Antes de tener mis propios hijos, había visto muchos bebés en programas de televisión. Parecía bastante fácil: alimentabas al bebé, lo metías en una cuna, cerrabas la puerta y tenías mucho tiempo para hacer lo que querías. Al final, el bebé soltaba algunos llantos corteses, la alimentabas de nuevo y la dejabas nuevamente en la cuna.
Luego vinieron mis bebés reales y algunas revelaciones: querían estar conmigo (o con su papá), no que los dejaran solos en una cuna. Cuando los dejé solos durante más de unos minutos, protestaron. Fuerte. Cuando descubrí cómo usar un portabebés, solucioné múltiples problemas: mis bebés estaban felices y yo podía hacer otras cosas.
Pero añadió un nuevo desafío: los extraños que me criticaban por “malcriar” a mi bebé cuando me veían en el supermercado o en el patio de recreo con el bebé acurrucado contra mí.